La claridad
A mi padre
1
Cada vez que te sueño me digo
que soñarte sin descanso es
una forma de no
aceptar
lo único atinado en esta confusión.
(Me despierto
de madrugada, en dónde, en quién estoy).
2
Vuelvo de un viaje, fui a las sierras,
pienso que olvidé
comprarte un presente;
y entonces ese olvido es
la impecable certeza de tu muerte.
Sueño y día entrelazados, la realidad,
desaliñada, ubicua,
una pordiosera.
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Zona de contacto
La transición quedó a oscuras. Desde aquí
el tiempo es un sueño desordenado.
Joaquín Gianuzzi
Gatea con impreciso
rumbo sobre el parquet
la yema de sus dedos roza
la huella de su sombra en la gastada
madera, roza
las vetas inconclusas, las extintas
al final de un breve
tablón, las que no llegan
al borde, las que hunden
su escasa trayectoria, las semi
espiraladas, las elípticas, las trans
versales. Se arrastra,
gatea y parece
que las uñas van a horadar
el sitio del hundimiento, la superficie,
hasta llegar a una
noche de baldosas blancas y feroces
desplazamientos,
un piso frío y otra luz, pero la misma
urgencia y después
desciende, continúa,
hasta una más lejana,
noche de luciérnagas, de yuyos,
patio de porlan gris, brillante, y una niña
ávida de estrellas, tiende su mano,
horada el cielo con el límpido
filo de sus dedos, traza
la ruta de una mariposa y una imaginaria
línea entre los astros.
Dibuja un hilo de nubes
desintegradas.
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Paisaje con sueño
A los pequeños devorados,
Graciela, Osvaldo.
Yo miraba el lugar
donde estuvieron los peces
No los vi, pero habían
dejado allí su falta.
Plateados, adormecidos: era
un momento de atizados colores.
Abrumadores, lentos, los peces
volvían desde un charco de escamas;
en algún lugar, también vos
yacías, un Cronos
después del rito devorador.
¿Era tuyo el sueño? ¿adónde van
los devorados? ¿era el sueño de ellos
tu Alimento?
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La desaparición
“Y ahora
quiero quedarme
sin palabras. Saber perder
lo que se pierde.”
Mirtha Rosemberg,
Un día las manos se rehúsan
a escribir un nombre, instauran
una lejanía nueva, aunque es ley
que nada, excepto lo visible,
desaparece.
Estupor
ante el desvanecido gesto.
Se indaga el blanco y no está
allí esa palabra ni la última
dulzura de exhalar
cada sílaba, como quien ejerciera
un pequeño
íntimo dios.
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Método
El hombre,
maniquí de la noche,
apuñala vacío.
Pero un día,
un vacío le devuelve feroz la puñalada.
Roberto Juarroz
Has expulsado el mundo,
evitaste con cautela
la oquedad en el vientre,
un lago inmóvil como un anuncio.
Has sido un hombre prudente,
de aceptables ficciones pero ésta
te clava los ojos de Gorgona.
Tanteas los bolsillos donde no
guardaste ni una carta negra
y la oquedad allí lanza la única
cuerda de dónde a dónde,
y no es
invitación.
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Huellas
Viernes naufragio.
Transitar el blanco del tablero,
la ciudad,
dolorosamente conocida.
Una calle enarbola tu nombre.
Mis pasos
hollan el sentido.
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Mensaje
Padre: no me fue dado
creer en un dios. No sé
de dónde vienen las palabras,
creo que es el mar
que las deja en la orilla, viajan
desde un abismo a otro, viven
lo que el aire les permite
y raramente encuentran
su morada calcárea.
Padre, así,
desde un abismo a otro
mi silencio.
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Zona de luz
1
El mar y el cielo tendían
una misma
planicie sobre mí
Éramos una imperfecta desnudez
temblorosa, callada.
Un inmenso páramo de amor.
3
Digo tu nombre, me lo pruebo
una piel para desandar
la tristeza
Viene tu nombre, un silencio
certero y desmenuza
la espina cansada del invierno
Pausamente, tu nombre huella,
posada en la extensa
tierra del exilio
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Lo indecible
Una imagen
elude su nombre:
el recuerdo es un faro
en el revés de los párpados.
El insomne
agita las entrañas,
crece en ola estalla
al borde de la voz
justo
antes del Grito.
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Elogio de la ceguera
1
la horrible transparencia
deshace el mundo
2
cuando tenía dios
era todo
tan visible
tan misterioso
3
si la belleza pudiera
cobijarnos; si cada cosa no
mostrara
el germen de su viaje
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